Nuestros antepasados probablemente estarían horrorizados ante la idea de que los materiales de construcción expuestos actuaran como inspiración central para nuestros espacios interiores, pero el tiempo realmente ha cambiado ese sentimiento.
La estética del diseño industrial es tan cultivada y matizada como la de los siglos anteriores, sin dejar ningún detalle o componente sin considerar.
Definido por una sensibilidad cruda, inacabada y casi de fábrica, un estilo interior industrial muestra materiales utilitarios como la madera, el metal y el cemento de una manera que demuestra que la forma y la función pueden ser lo mismo. Los ladrillos expuestos, las tuberías y las vigas del techo son solo algunos de los obsequios industriales, mientras que los pisos despojados, los conductos visibles e incluso los mamparos de los barcos se han visto en los desvanes editoriales.
Irónicamente, la belleza del diseño industrial radica en su engaño: lo que parece incompleto y sin refinar es, en realidad, el minucioso trabajo de hábiles artesanos y visionarios, por no hablar de los creadores de tendencias de interiores que se atrevieron a mirar más allá de la cruda reputación del almacén en busca de una inspiración exquisita. La estética industrial es masculina pero conmovedora, sin complicaciones pero reflexiva, y la marca de un hombre que entiende que las cosas buenas de la vida no siempre son las más frívolas o llamativas.
Ya sea combinando una mesa de madera con sillas de metal, implementando superficies de cocina envejecidas o reutilizando herramientas y accesorios de instalación viejos, el estilo industrial se puede lograr de varias maneras, desde revisiones a gran escala hasta toques sutiles. Independientemente de cómo elija expresar su propia inclinación por lo industrial, seguramente atraerá una admiración y un asombro muy merecidos.
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